VI
Unos días después Álvaro
acompañado de Teseo entraron en la casa de la loma, a pesar de las reservas de
los dos hombres aceptaron tomarla como su lugar de reunión, finalmente no
tenían muchas opciones para cambiar la sacristía; durante dos noches se
dedicaron a llevar todo el material, usando el camino viejo para esquivar a los
hombres de la Asamblea.
—Sigo
creyendo que este no es un lugar seguro —dijo, Álvaro, después del segundo
viaje de trastos y papeles.
—Yo
tampoco —agregó, Teseo.
—¡No les
parece que es tarde!, con otro viaje tenemos todo aquí y ahora ustedes empiezan
a dudar —exclamó, Vito.
—No es eso…
—¿Entonces?
—preguntó, el muchacho— ¿el problema es la historia de Tereda?
—En parte, no me gusta estar en la propiedad de alguien que pretende ser una colaboradora, pero no es capaz de darse a conocer.
En el
momento de la discusión apareció Helena en la puerta de la casa, Vito trató de
disimular, sin embargo, fue más notoria su confusión.
—Parece
que no están muy seguros de este lugar.
—No piense
mal —la interpeló, Álvaro, con la seguridad característica en momentos
difíciles— la verdad sólo tengo una pregunta, si hay una respuesta convincente no
me opondré más a usar este lugar, si no me convence nos vamos.
—¿Cuál es
esa pregunta?
—¿Por qué Teresa
no se deja ver?
Helena se
quedó en silencio, no tenía la respuesta, cómo podía saber razones de su madre
si siempre habían permanecido alejadas, de hecho no la conocía; muchas noches
antes de dormir Miguel le contó historias sobre Teresa Ramírez y su abuelo, de
sus vidas, de su muerte, aun así su rostro siempre le había sido esquivo.
—Creo que
no hay respuesta —concluyó, Álvaro— mejor nos vamos…
—Pero
Álvaro…
—Nos vamos, es una decisión tomada.
Vito conocía a Álvaro desde el inicio de la causa, de hecho el primer impulso lo había dado junto a Teseo para iniciar la gesta en contra de la Asamblea; conocerlo le dio confianza en el proyecto y decidió acompañarlo, lo respetaba mucho, creía que era un buen líder, pero esta vez iba a revelarse ante esa orden.
Entre tanto Álvaro traspaso el portal con dirección de la capilla sin importarle la oscuridad, Teseo se fue detrás.
Álvaro Sabi era un hombre de mediana estatura, de ojos tranquilos, estaba siempre alerta a todo a pesar de su aparente mirada distraída, amante del café negro muy fuerte por eso se hizo adicto al tinto preparado por Ícaro, así tiene que ser un café, negro y cargado, solía decir para alagar a su compañero cuando le servía la bebida recién colada en una tasa de loza, emanando el vapor excitante de la cafeína con aromática ensoñación en su ondeante camino hacia sus exigentes fosas nasales; no bromeaba mucho, tampoco era totalmente parco, compartía los cuentos de sus amigos con esporádicos apuntes muy exitosos para animar una reunión; estaba convencido de llevar a Andinia a su libertad, no soportaba a la Asamblea con su forma dictatorial de gobernar, también había sufrido de sus perversas tácticas, uno de sus hermanos desapareció en el inicio del dominio de la Asamblea cuando el pueblo permanecía en continuo toque de queda; en una redada fueron arrestados junto a Joaquín Arteaga, compartieron celda y habitación de tortura, su boca aún tenía señales de las quemaduras del alcohol que le hicieron beber; él fue liberado poco tiempo después, Joaquín también aunque mucho tiempo después y en estado deplorable, por su parte Galindez que era como llamaban a su hermano por el apellido de la mamá, nunca salió.
Cuando se conoció la negativa de Álvaro la mayoría de los muchachos se mostraron en desacuerdo, la creían equivocada, pero no dudaban de la sinceridad de Sabi al exponer sus razones.
En la
oscuridad de la noche Sabi sintió un ruido y se lanzó en medio de los
matorrales, presto a reaccionar ante cualquier amenaza; pasados unos segundos
vio la figura flaca y alta de Teseo.
—Oye,
métete acá que alguien anda por ahí.
—Cómo se
te ocurre, en este lugar no entra nadie desde hace mucho tiempo, era el ruido de
mis pasos al acercarme.
—No
entraba nadie, ahora nosotros estamos adentro y no sabemos quién más ha
penetrado los linderos de esta Villa.
Teseo se
quedó pensativo sin moverse, finalmente hizo caso a Sabi, se acomodó a su lado
y empezó a registrar todo el rededor con sus ojos penetrantes.
—Alguien anda por ahí, esta es la prueba de que no podemos quedarnos aquí, este sitio es muy peligroso.
Guardaron
total quietud para identificar algún movimiento o ruido, al cabo de diez
minutos confirmaron que no había nadie rondando y salieron del escondite.
—No hay
nadie, vamos Álvaro, es hora de confiar en las decisiones de Vito, si defiende
esta ubicación es por alguna buena razón.
—Esa niña —comentó,
Álvaro; Teseo sonrió en medio del leve susurro del viento entre las hojas del campo—
no puedo negar que es hermosa, pero para un hombre comprometido con una causa
es un peligro involucrarse en otra más peligrosa, especialmente si implica
enamorarse.
—No vas
muy rápido, apenas la conoce, además no sabes si esta señorita tiene su propia
causa, puede ser que ella se encargue de alejarlo, es una Ramírez y sobre esa
familia recae todo tipo de maldiciones menos el amor; no creo que esa
muchachita esté dispuesta a enamorar a Vito para traicionar a la causa.
—Quién sabe.
Apena Alvaro
terminó de expresar su duda las ramas cercanas se movieron y una figura
apareció en la negrura de la noche.
—Debes
tener más cuidado con lo que dices —se escuchó, claramente.
Álvaro y
Teseo se quedaron clavados al piso húmedo lleno de yerba; entonces vieron
aparecer desde la vegetación una figura femenina delineada perfectamente por
los leves rayos de una ínfima claridad, cubierta por una cascada de cabellos, rodando
por sus hombros hasta ocultar sus pechos desnudos.
—Villa
Helena sólo puede asilar a quienes crean en su seguridad, este lugar nunca será
invadido por nadie, somos independientes del mundo, esta oscuridad en la que
vivimos es mía, no la quiero para Helena a quien nunca le he dado ni un solo
instante de atención, pero no puedo desamparar; su causa es la de Helena, la de
todos en Villa Helena, la mía también aunque no me reúna con ustedes ni esté
presente todo el tiempo, si no crees que este lugar sirva para planear tus acciones
no te culpo, ni te condeno, pero ten cuidado con tus acusaciones, de ellas
puedes arrepentirte, tienes mi palabra.
—Simplemente
digo lo que pienso.
—Pues no
pienses en voz alta, alguien puede confundirse; ¿querías conocerme para tomar
una decisión, ya lo hiciste, ahora es tu turno, si quieres irte con tu gente
nadie aquí juzgará tus razones, pero debes hablar ya.
—Quiero
ver tu rostro.
Teresa
sonrió.
—Eres lo
que estos muchachos necesitan, un tipo atrevido, casi temerario —exclamó, la
mujer; enseguida corrió sus cabellos como un velo que esconde una divina figura.
Los dos
hombres quedaron sorprendidos, debajo de aquella imagen tenebrosa había un
rostro sin igual adornado por ojos de inmensa profundidad a la vez una tristeza
indescriptible; después de un momento se inclinó un poco y dejó que su cabello
la ocultara nuevamente.
—Es hora de tomar tu determinación.
Teseo no
se imaginaba el desenlace, las palabras de la mujer, en especial esas últimas expresadas
como una sentencia albureaban su espíritu.
—Está
bien, cumplo mi promesa, te has presentado, eso es suficiente para mí; acepto
la decisión de los muchachos.
Teseo
sonrió aliviado, entonces Teresa volvió a hablar.
—Los
Blanco son bienvenidos a Villa Helena, tú no.
Entre los tres el viento asustadizo acariciaba el ambiente, los cuerpos como figuras pétreas no emitían el más mínimo rumor, a su derredor los sonidos de la noche empezaban a imponerse, cada chillido, zumbido, canto y murmullo de las hojas al toparse entre sí creaban un encantamiento que los sacó de la realidad; cuando amaneció, Álvaro se despertó tirado sobre la yerba, tenía su cabeza llena de una maraña de ideas de recuerdos borrosos sin comprender si lo sucedido había sido un sueño o pasó de verdad.
—Álvaro
estás bien —preguntó, Teseo.
—Sí…
—¿Anoche
hablamos con Teresa?
—No tengo idea —respondió, Sabi.
Por la vía que conducía a la casa apareció Miguel con una nota en sus manos, al ver a Álvaro se la extendió, el hombre recibió el papel, lo abrió y leyó:
Eres el indicado para dirigir la salvación
de Andinia, tus planes serán acogidos con la única intención de triunfar; tu
gente tiene un lugar que los va a proteger, en cuanto a ti tienes que
protegerte por tu cuenta, descubrirás que es mejor para todos.
Suerte Álvaro Sabi.
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