jueves, 27 de noviembre de 2025

La era de la oscuridad VI

 VI 

Unos días después Álvaro acompañado de Teseo entraron en la casa de la loma, a pesar de las reservas de los dos hombres aceptaron tomarla como su lugar de reunión, finalmente no tenían muchas opciones para cambiar la sacristía; durante dos noches se dedicaron a llevar todo el material, usando el camino viejo para esquivar a los hombres de la Asamblea.

—Sigo creyendo que este no es un lugar seguro —dijo, Álvaro, después del segundo viaje de trastos y papeles.

—Yo tampoco —agregó, Teseo.

—¡No les parece que es tarde!, con otro viaje tenemos todo aquí y ahora ustedes empiezan a dudar —exclamó, Vito.

—No es eso…

—¿Entonces? —preguntó, el muchacho— ¿el problema es la historia de Tereda?

—En parte, no me gusta estar en la propiedad de alguien que pretende ser una colaboradora, pero no es capaz de darse a conocer. 

En el momento de la discusión apareció Helena en la puerta de la casa, Vito trató de disimular, sin embargo, fue más notoria su confusión.

—Parece que no están muy seguros de este lugar.

—No piense mal —la interpeló, Álvaro, con la seguridad característica en momentos difíciles— la verdad sólo tengo una pregunta, si hay una respuesta convincente no me opondré más a usar este lugar, si no me convence nos vamos.

—¿Cuál es esa pregunta?

—¿Por qué Teresa no se deja ver?

Helena se quedó en silencio, no tenía la respuesta, cómo podía saber razones de su madre si siempre habían permanecido alejadas, de hecho no la conocía; muchas noches antes de dormir Miguel le contó historias sobre Teresa Ramírez y su abuelo, de sus vidas, de su muerte, aun así su rostro siempre le había sido esquivo.

—Creo que no hay respuesta —concluyó, Álvaro— mejor nos vamos…

—Pero Álvaro…

—Nos vamos, es una decisión tomada. 

Vito conocía a Álvaro desde el inicio de la causa, de hecho el primer impulso lo había dado junto a Teseo para iniciar la gesta en contra de la Asamblea; conocerlo le dio confianza en el proyecto y decidió acompañarlo, lo respetaba mucho, creía que era un buen líder, pero esta vez iba a revelarse ante esa orden. 

Entre tanto Álvaro traspaso el portal con dirección de la capilla sin importarle la oscuridad, Teseo se fue detrás. 

Álvaro Sabi era un hombre de mediana estatura, de ojos tranquilos, estaba siempre alerta a todo a pesar de su aparente mirada distraída, amante del café negro muy fuerte por eso se hizo adicto al tinto preparado por Ícaro, así tiene que ser un café, negro y cargado, solía decir para alagar a su compañero cuando le servía la bebida recién colada en una tasa de loza, emanando el vapor excitante de la cafeína con aromática ensoñación en su ondeante camino hacia sus exigentes fosas nasales; no bromeaba mucho, tampoco era totalmente parco, compartía los cuentos de sus amigos con esporádicos apuntes muy exitosos para animar una reunión; estaba convencido de llevar a Andinia a su libertad, no soportaba a la Asamblea con su forma dictatorial de gobernar, también había sufrido de sus perversas tácticas, uno de sus hermanos desapareció en el inicio del dominio de la Asamblea cuando el pueblo permanecía en continuo toque de queda; en una redada fueron arrestados junto a Joaquín Arteaga, compartieron celda y habitación de tortura, su boca aún tenía señales de las quemaduras del alcohol que le hicieron beber; él fue liberado poco tiempo después, Joaquín también aunque mucho tiempo después y en estado deplorable, por su parte Galindez que era como llamaban a su hermano por el apellido de la mamá, nunca salió. 

Cuando se conoció la negativa de Álvaro la mayoría de los muchachos se mostraron en desacuerdo, la creían equivocada, pero no dudaban de la sinceridad de Sabi al exponer sus razones. 

En la oscuridad de la noche Sabi sintió un ruido y se lanzó en medio de los matorrales, presto a reaccionar ante cualquier amenaza; pasados unos segundos vio la figura flaca y alta de Teseo.

—Oye, métete acá que alguien anda por ahí.

—Cómo se te ocurre, en este lugar no entra nadie desde hace mucho tiempo, era el ruido de mis pasos al acercarme.

—No entraba nadie, ahora nosotros estamos adentro y no sabemos quién más ha penetrado los linderos de esta Villa.

Teseo se quedó pensativo sin moverse, finalmente hizo caso a Sabi, se acomodó a su lado y empezó a registrar todo el rededor con sus ojos penetrantes.

—Alguien anda por ahí, esta es la prueba de que no podemos quedarnos aquí, este sitio es muy peligroso. 

Guardaron total quietud para identificar algún movimiento o ruido, al cabo de diez minutos confirmaron que no había nadie rondando y salieron del escondite.

—No hay nadie, vamos Álvaro, es hora de confiar en las decisiones de Vito, si defiende esta ubicación es por alguna buena razón.

—Esa niña —comentó, Álvaro; Teseo sonrió en medio del leve susurro del viento entre las hojas del campo— no puedo negar que es hermosa, pero para un hombre comprometido con una causa es un peligro involucrarse en otra más peligrosa, especialmente si implica enamorarse.

—No vas muy rápido, apenas la conoce, además no sabes si esta señorita tiene su propia causa, puede ser que ella se encargue de alejarlo, es una Ramírez y sobre esa familia recae todo tipo de maldiciones menos el amor; no creo que esa muchachita esté dispuesta a enamorar a Vito para traicionar a la causa.

—Quién sabe. 

Apena Alvaro terminó de expresar su duda las ramas cercanas se movieron y una figura apareció en la negrura de la noche.

—Debes tener más cuidado con lo que dices —se escuchó, claramente.

Álvaro y Teseo se quedaron clavados al piso húmedo lleno de yerba; entonces vieron aparecer desde la vegetación una figura femenina delineada perfectamente por los leves rayos de una ínfima claridad, cubierta por una cascada de cabellos, rodando por sus hombros hasta ocultar sus pechos desnudos.

—Villa Helena sólo puede asilar a quienes crean en su seguridad, este lugar nunca será invadido por nadie, somos independientes del mundo, esta oscuridad en la que vivimos es mía, no la quiero para Helena a quien nunca le he dado ni un solo instante de atención, pero no puedo desamparar; su causa es la de Helena, la de todos en Villa Helena, la mía también aunque no me reúna con ustedes ni esté presente todo el tiempo, si no crees que este lugar sirva para planear tus acciones no te culpo, ni te condeno, pero ten cuidado con tus acusaciones, de ellas puedes arrepentirte, tienes mi palabra.

—Simplemente digo lo que pienso.

—Pues no pienses en voz alta, alguien puede confundirse; ¿querías conocerme para tomar una decisión, ya lo hiciste, ahora es tu turno, si quieres irte con tu gente nadie aquí juzgará tus razones, pero debes hablar ya.

—Quiero ver tu rostro.

Teresa sonrió.

—Eres lo que estos muchachos necesitan, un tipo atrevido, casi temerario —exclamó, la mujer; enseguida corrió sus cabellos como un velo que esconde una divina figura.

Los dos hombres quedaron sorprendidos, debajo de aquella imagen tenebrosa había un rostro sin igual adornado por ojos de inmensa profundidad a la vez una tristeza indescriptible; después de un momento se inclinó un poco y dejó que su cabello la ocultara nuevamente.

—Es hora de tomar tu determinación. 

Teseo no se imaginaba el desenlace, las palabras de la mujer, en especial esas últimas expresadas como una sentencia albureaban su espíritu.

—Está bien, cumplo mi promesa, te has presentado, eso es suficiente para mí; acepto la decisión de los muchachos.

Teseo sonrió aliviado, entonces Teresa volvió a hablar.

—Los Blanco son bienvenidos a Villa Helena, tú no.

Entre los tres el viento asustadizo acariciaba el ambiente, los cuerpos como figuras pétreas no emitían el más mínimo rumor, a su derredor los sonidos de la noche empezaban a imponerse, cada chillido, zumbido, canto y murmullo de las hojas al toparse entre sí creaban un encantamiento que los sacó de la realidad; cuando amaneció, Álvaro se despertó tirado sobre la yerba, tenía su cabeza llena de una maraña de ideas de recuerdos borrosos sin comprender si lo sucedido había sido un sueño o pasó de verdad. 

—Álvaro estás bien —preguntó, Teseo.

—Sí…

—¿Anoche hablamos con Teresa?

—No tengo idea —respondió, Sabi. 

Por la vía que conducía a la casa apareció Miguel con una nota en sus manos, al ver a Álvaro se la extendió, el hombre recibió el papel, lo abrió y leyó: 

Eres el indicado para dirigir la salvación de Andinia, tus planes serán acogidos con la única intención de triunfar; tu gente tiene un lugar que los va a proteger, en cuanto a ti tienes que protegerte por tu cuenta, descubrirás que es mejor para todos.

Suerte Álvaro Sabi.